lunes, 14 de febrero de 2011

Los Amores de Helenita Vargas

ENTRETENIMIENTO




De guardia en guardia, los amores de la ronca de oro no son más que la justificación de sus letras e interpretaciones, por eso no se demuestra el no tenerle respeto a una gran exponente de la canción bohemia en el país que nos dejó el pasado lunes a las 6:35 de la tarde.

Sus caricias tonales seguían conmoviendo al raizal popular hasta sus 77 años. Todo un fenómeno en la vida social vallecaucana llegó hasta las fronteras pasionales de sus cientos de pretendientes que tenían protagonismo por cada canción. Los grandes amantes nunca se imaginan que se extingan voces como la de Helenita Vargas que la perjudicó su adición a los nervios antes de salir al escenario, cuando tomaba dos copas de Brandy, o que decir de la complicación de un transplante de higado.

Amores como los que rodearon a ella, se ven transformados con la característica puesta en escena de sus vestidos, peinados y coqueteos al público. Su principal noviazgo fue el ser “arrabalera” por manifestación de Dios; otro podría ser su primer matrimonio con Elías Ibarra del cual no habla mucho pero como todo se transforma, de ese turbulento amor llegó Pilar su única hija que le dio dos nietos Helena y David. Agustín Lara fue su amor de ídolo, quién termino siendo su impulso al mundo artístico.

José Pardo, amigo incondicional y amor de despecho social, puesto que este era compadre de Ibarra. Sí la intención es mencionar los amores, es inevitable no recurrir a Gonzalo Zafra, que la mantuvo enamorada por los veinte años que ella concibió que el amor no solo estaba incrustado en las letras de sus canciones, y que decir del amor en audiencia, el público que hoy día sigue viviendo sus interpretaciones a pesar que la cremación llegó antes de su último suspiro.

Aquellos que tienen vivencias bohemias, entienden y manifiestan los actos de la “ronca de oro” como suplicios involuntarios del mal de amores, que tanto mantiene viva a la inspiración. Muy pocos intérpretes tiene el poder de convocatoria de ella. Su característica voz ayuda a que el olvido demore mucho, porque faltará tiempo cuando los bares nostálgicos no tengan en sus vitrinas LP’s en memoria de la grande del Valle del Cauca.

La cirrosis nunca la hará olvidar, mucho menos el alcoholismo que la mantuvo tres semanas atrás en la Clínica Valle de Lili de su natal Cali. Siempre versátil como las declaraciones de sus novios y esposo, cuando decía con ese talante coqueto, “mis mil y un esposos”. El buen humor fue su principal arma de seducción y conquista. El despecho esta de luto, se fue la “María de los guardias” solo resta esperar que el recuerdo no se olvide de ella y que sigan llegando exponentes del folclor latinoamericano como la siempre viva, Helenita Vargas.



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